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Hacer consciente lo vivido

4/29/2020

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Más que nunca soporto la apariencia del feo mundo sólo gracias a mi vista débil y en el fondo cansada de mirar. Aún así veo también el verde reciente, escucho el susurro tan extrañado de los álamos en su maravillosa frescura. 

Mehr denn je ertrage ich den Anblick der verworrenen Welt nur dank meiner schwachen, des Sehens müden Augen. Und doch gefällt mir das neue Grün, lausche ich dem langvermiss-ten Rascheln der Pappeln in ihrer frischen Pracht! 


El hombre mayor se extrañaba, porque su delgado perro negro y yo nos saludábamos con tanta confianza y entendió mi broma cuando le decía que no le había dado nada de comer al animal, simplemente nos caíamos bien y por eso siempre nos saludábamos y charlábamos de vez en cuando. El hombre, esto se le notaba en seguida, se había cuidado bien poco durante su larga vida, su cabeza grande, que sólo con esfuerzo se mantenía a lo alto, tambaleaba y mi mirada se quedaba clavada en su grande nariz roja, que dilataba su debilidad por la bebida Más tarde nos vimos de nuevo, de repente me planté delante de el, saliendo de una senda recién descubierta, el amigo perro en seguida se acercaba olisqueando con entusiasmo mis pantalones. “O, conoces bien las sendas”, decía, “pero para que te sirven estos paseos de por aquí?” Yo hacía referencia a la belleza del paisaje. El meneaba la tambaleante cabeza con su nariz gorda de borrachín. “No hay nada, no pasa nada entonces no hay nada aquí que pueda gustar.” No le doy la razón, pero admito que mi vista todavía sea capaz de admirar, mientras que la suya seguramente muchas veces habría deseado un cambio. De repente y sin que se lo haya pedido me habla de una fuente abajo en el desfiladero, debajo de la cueva en el otro lado del río, allí antes todo el mundo había ido a por agua. Lo que he buscado desde hace meses, de repente me llegó de sorpresa a través de esta boca transformada, casi borrada por tanto apretarla en amargura. Mientras busco la fuente escondida, aparentemente consistiendo de un hilito fino y fresco, siento todo el tiempo que no me pienso rendir, se que la voy a encontrar. Efectivamente, descubro las huellas de un camino olvidado, casi desparecido, por el crecimiento de las plantas, me arrastro debajo de los abundantes juncos a través de un pasillo minúsculo y me encuentro en un pequeño meandro (del río), enmarcado por las rocas, donde la piedra anaranjada se refleja entre flores de color fucsia en el agua verdosamente fresca. Me quito zapatos y calcetines, subo el pantalón y camino, observada severamente por un sapo muy gordo desde la otra orilla. Allí trepa la zarzamora, pero yo sigo sin dudar, como si una mano invisible me empujara, mientras las espinas me arañan las piernas, abriendo una pequeña senda. Y entonces de repente como en una leyenda escucho el agua, y veo como sale de una cañita fina regando un tapiz de berro. ¡Aleluya! Da gusto estar en un sólo lugar.


 Der alte Mann staunte darüber, dass sein magerer Hund und ich uns so vertraut begrüßten und er verstand meinen Witz, als ich sagte, nein, ich habe ihm nichts zu essen gegeben, sondern das Tier sei mir sympathisch, es ginge schließlich auch alleine im Dorf spazieren, da seien wir uns schon oft begegnet und deshalb grüßten wir uns immer und plauderten auch hin und wieder. Der dicke Kopf, den er nur mit Mühe oben hielt, wackelte, und mein Blick blieb die ganze Zeit an seiner knollenförmigen Schnapsnase hängen. Ein paar Tage später begegneten wir uns wieder, ich tauchte aus einem erst kürzlich von mir entdeckten Feldweg vor ihm auf. Freund Hund beschnupperte gleich wieder entzückt meine Hosenbeine. O, du kennst die Wege, sagte der Mann, aber was hast du nur davon, hier herumzulaufen. Ich wies auf die ungewöhnliche Schönheit der Landschaft. Er schüttelte abweisend den ohnehin schon wackelnden Kopf. Da sei nichts, da passiere nichts, also könne einem auch nichts hier gefallen. Ich widersprach, gab aber zu, dass ich mich nach der kurzen Zeit, die ich hier lebte, natürlich noch wundern könne, während er sich oft nach Abwechslung gesehnt haben musste. Er erzählte mir ohne Aufforderung von der Quelle, in der Schlucht, unterhalb der Höhle, auf der anderen Seite des Flusses, da hätten sie früher alle Wasser geholt. Wonach ich seit Monaten Ausschau gehalten hatte, war mir jetzt so unverhofft begegnet.  Beim Suchen nach der verborgenen Quelle spüre ich deutlich, dass ich nicht aufgeben darf, ich weiß, dass ich sie finden werde. Und wirklich – ich erkenne die verwachsenen Spuren eines Weges, krieche unter dem wuchernden Schilf hindurch und stehe an einer Flussbiegung, von Felsen um-rahmt, wo sich das leuchtende Gestein neben fuchsiafarbenen Blüten im Wasser grünlich spiegelt. Ich ziehe Schuhe und Strümpfe aus, krempele die Hose hoch und wate, von einer dicken Kröte streng beobachtet, ans andere Ufer. Dort umwuchert Dornengestrüpp einen Schachtelhalmteppich, ich trampele mir unbeirrt und wie von einer Hand geschubst einen Pfad, während die Dornen mir die Beine zerkratzen. Wie im Bilderbuch höre und sehe ich das Wasser aus einem Röhrchen über ein Kressekissen herunterrieseln – Halleluja!!

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